1.7.07

ADIÓS AL SONETO

La muerte de la poesía o adiós al espíritu.

El pasado 10 de junio, en Circasia, municipio de uno de los departamentos cafeteros de Colombia, murió el poeta Noel Estrada Roldán. Era el último cultor del soneto clásico alejandrino en Colombia y tal vez en el mundo. La terrible, aunque literariamente transmitida, noticia de su muerte me golpeó en Madrid a través del correo electrónico:

La clepsidra fatal de mi salivaentre mis labios trémulos कोन्वोचा
una cósmica sed que me कोलोचा
bajo oscuras cisternas de agua विव

.......
Intuyendo su arcano poderío
sentiré que la muerte halla aposento
en la tibia oquedad del pecho mío।

Noel Estrada Roldán

( Aguadas 1।927 - Circasia 10 de junio del 2।007)

Saludos
Álvaro López Cortés।


Convoco, no un minuto de silencio, sino una salva de aplausos prolongados por ese viejo bello que habitaba como uno más de su fauna familiar en el espacio de una poesía lúcida. Descansa, ya lo creo, de este largo camino sin meta.

Ya veo a toda academia, a los comunicadores sociales, a la dirigencia política, a los administradores culturales de la región, que lo olvidaron en vida, escribiendo ensayos hipócritas sobre su amor por Noel Estrada Roldán. Por esa misma condición sería preferible guardar silencio. Sería mejor no contárselo a ellos -nosotros- porque al menos la muerte del último estoico, podría volver la mirada sobre su obra, porque sobre la persona humana que todo lo merecía ya no será posible.

A él también le van los versos de su admirado amigo Baudilio Montoya (cito de memoria)

Estoy viendo el proceso de mi muerte
y asistiendo a la farsa de mi entierro
un desfilar de gentes
que hace ostentación de sentimientos

Yo descanso
rendido para siempre
en mi atud de cedro
del cedro laborado en la montaña
antes de la llegada del invierno.

Y comentan en pérfido
Susurro: era sencillo, cordial y generoso
y haber muerto
Dicen así
los que restaron fuerzas a mis alas
cuando iban en su vuelo.
Los mismos zoilos
de la humana farsa
los oscuros y sordos fariseos

Ya se detiene con reseco golpe
el carro de los muertos
y chirrían los goznes de las puertas
que dan al cementerio
un necrófago, dos, quién sabe cuantos
sus mentidas razones van diciendo
celebrando mi provido sentido
y alabando un talento que apenas ven
cuando comienza el viaje
definitivamente sin regreso.

Después, la soledad,
el campo solo
las cruces azotadas por el viento.

Ah, si al final de mi jornada,
cuando ocurra todo lo pienso
desde el gélido lecho de mi tumba
me pudiera reír como yo quiero.

Importante recordar ahora que para mitigar las penurias del viejo Noel Estrada Roldán, Gladys Molina, desde la Gerencia de Cultura del Quindío, hoy descendida a inexplicable coordinación burocrática, creó la Violeta de Plata, que le fue concedida también al poeta Jairo Baena, días antes de su muerte. "En vida, hermano, en vida". Y el entonces Gobernador del Quindío, Henry Gómez Tabares le editó, también para apoyar su precaria existencia, una antología de poemas que el propio Estrada Roldán tituló Un camino sin meta, con la portada de uno de los más importantes acuarelistas colombianos, el Maestro Hernando Jiménez, con quien también el Quindío, esa tierra propicia para los adioses fariseos, está en deuda. La casi totalidad de la producción se le entregó como pago de derechos de autor a Martica, su amorosa compañera de viaje. Transpiraba orgullo por los poros cuando hablaba de su historia de amor por este hombre hierático y su poesía. Paliativos que nunca alcanzaron a brindarle una vida digna a nuestro admirado creador de asombros y el último cultor vivo del soneto clásico. Pingues esfuerzos y escasos logros que habla de nuestro fracaso generacional por conquistar para los artistas del Quindío y de Colombia, las leyes protectoras que le garanticen tanto a los creadores de mejores mundos posibles, como a las próximas generaciones de colombianos, que viven inmersos en el horror de las fosas comunes y los desplazamientos forzados, motivos de existencia más allá de el enriquecimiento fácil o la estulticia elevada a la condición de gobernante.

No importa que ahora se ría de nosotros, de nuestros tardíos reconocimientos, al menos Noel Estrada Roldán, en medio de la precariedad que padeció con el estoicismo y la dignidad que lo caracterizaban, pudo disfrutar un tipo de muerte, ahora extraña en Colombia: murió de muerte natural. Paz en la tumba, pero no silencio. Aplausos, aplausos y un concentrado esfuerzo colectivo de memoria para que en Colombia sean más valiosos los hombres y mujeres que hacen arte para elevar la calidad de vida de los otros, para brindarles más horizontes al espíritu de sus compatriotas, que quienes empuñan un fusil, un hacha, una motosierra, para arrancarles miserablemente la vida.

Sí, prefiero un adiós con mea culpa, al silencio y al olvido total. Adios mi viejo bello.


Carlos Alberto Villegas Uribe

1 comentario:

Anónimo dijo...

adios a noel Estrada, nuestro insuperable sonetista que se resistio al silencio complice e infantilista que nos hace contemporaneos en la soledad de multiples reflejos de este territorio del sin-alivio enseñandonos la primigenia necesidad de aglutinar la levadura dispersa como bellamente lo expresa en el prologo de : El Quijote y la poesia colombiana.Ahora Dike le ha permitido realizar el encuentro con anteo, parmenides y todo el colorario de poeticas que cantan a la cosmologia.