8.8.07


Desde la argentina.
Omar Donizetti . Entrevista

Por Hernando Arbelo h_arbelo@guiapalomar.com

- General, por la vanguardia avanza el grueso del ejército enemigo.
- ¿Cuántos hombres son?
- Uno gordo, solamente.

- Almirante, hemos encontrado un submarino abandonado recientemente.
- ¿Cómo sabe que fue abandonado recientemente?
- Porque la leche estaba tibia y la barrita de chocolate no se había derretido."

El palomarense (ex jardinense también) Omar Donizetti podría haber seguido contando chistes en esa tarde en que se reunió con Guía Palomar. Chistes que reflejan la época dorada del humor gráfico argentino que a él le tocó vivir, crear y disfrutar. Pero, capuchinos de por medio, preferimos poner un poco de seriedad, como habíamos pactado antes de la entrevista. No resultó nada fácil con alguien que pasó más de 40 años de su vida escribiendo humor. Su rostro serio, cubierto por una barba encanada, oculta una cantera del ingenio que él descubrió casi por casualidad y un poco de buena fortuna. Le cuesta arrancar cuando se le pide que cuente un chiste. Pero, una vez encarrerado, es difícil pararlo.

Material no le falta: escribió para casi todos los medios gráficos de su época, y unos cuantos radiales, chistes y frases que se cuentan por miles.Ya con el grabador encendido, Donizetti, que llegó a la reunión armado de varias revistas donde publicó y unas cuantas fotos, empezó a narrar su maratón del humor.

Carcajadas en los pasillos del Avellaneda
Había nacido en Rosario, en los tiempos en que se la conocía por el triste apelati-vo de La Chicago Argentina, allá por el ´34. Su padre era trompetista justamente de una orquesta que se llamaba La Chicaguito. En el ´40 la familia se instaló en Buenos Aires. Cuando arrancó el primario, Donizetti empezó a mostrar la hilacha: "Me la pasaba leyendo Rico Tipo (revista humorística emblemática en aquel entonces) y Patoruzú. En la radio siempre tenía sintonizados Gran Pensión el Campeonato, El Relámpago o La Cruzada del Buen Humor. Todo eso se notaba en mis narraciones para el colegio, que siempre versaban sobre el humor".

El secundario, en el Nicolás Avellaneda, fue un dolor de cabeza para sus com-pañeros. Siempre se la pasaba haciendo imitaciones de los profesores o celadores y las carcajadas sonaban en todos los pasillos. "Más de una vez, los profesores se enteraban y mis compañeros la ligaban. Pero nunca ninguno me mandó al frente", cuenta.

Yuste, el trampolín inesperado
Cuando se recibió en 1952, y "para hacer unos manguitos para los carnavales", entró de cadete en la agencia de pu-blicidad Yuste. Tenía que ser algo temporal antes de empezar Arquitectura en la universidad. Pero se terminó quedando y fue ascendiendo hasta ocupar puestos importantes en varios departamentos. Ahí siguió haciendo de las suyas, esta vez con sus compañeros de oficina como público. Hasta que un día se le ocurrió empezar a escribir todo lo que se le ocurría "para él mismo". En 1967, cuan-do ya había acumulado una carpeta con material, se lo acercó casi de casualidad a uno de los directores de la agencia simplemente para "tener un comentario". Viendo que era algo que se podía explotar, lo pusieron en contacto con la revista Gente, donde ya estaba trabajando el célebre Carlos Fontanarrosa, un ex miembro de Yuste. Donizetti escribió unas 25 frases humorísticas para un suplemento sobre transporte. La acogida fue excelente:"Después de salir el suplemento -cuenta-, un día subo a un colectivo de la línea 39 y veo que el chofer se había tomado el trabajo de recortar las frases, pegarlas en un cartón y colgarlas.Ahí pensé: "Me parece que tendría que ser humorista´".

Carrera abierta al talento
Después del éxito en Gente, las puertas se abrieron de par en par solas. Fue Siete Días Ilustrados y le encargaron la parte humorística de Joker y Clave de Ja, donde se codeó con grandes como Quino, Jorge Guinzburg o Carlos Trillo. La estructura de sus chistes era simple: presentar una cosa normal y terminarla en "una barrabasada". Lo cierto es que calaban fuerte y no perdían vigencia.

"A mi nunca me gustó hacer humor actual. Siempre preferí el atemporal. Había chistes míos que los hice hace 32 años, los usaron (Alberto) Olmedo, (Jorge) Porcel, (Javier) Portales y hoy se siguen usando. Los levantaban de las revistas donde yo escribía", comenta.

Lo singular era la forma en que Donizetti realizaba su trabajo. Es que los chistes no se le ocurrían sentado en un escritorio frente a la máquina de escribir, como es común en cualquier escritor o humorista, sino en el subte, el tren o el colectivo. Ni siquiera los anotaba. Los memorizaba y después los volcaba al papel en su casa (por entonces ya se había mudado al barrio) o la agencia.
A principios de los ´70, llegó a sus manos un ejemplar de la revista humorística cordobesa Hortensia y quedó inmediatamente enamorado de su estilo. "En Córdoba, el humor es una fruta que está en los árboles. Hasta el mozo de un bar es humorista", explica con algo de nostalgia.
La experiencia que había acumulado le facilitó la entrada a esa revista mediterránea:
"Toqué el cielo con las manos, porque Hortensia era mi Norte. Encima, cuando sale el ejemplar, uno de mis chistes lo habían graficado y puesto en la tapa. Eso fue el zumum", se exalta.
De los días de radio al "basureo" de MenganoDe Hortensia surgió que lo contrataran en 1974 para el radial Rivadavia con Todos. Era un programa de actualidad que necesitaba un toque de humor. El conductor Leopoldo Costas tenía cierta relación con Hortensia y necesitaba armar un equipo de 10 humoristas. Se fue a Córdoba y allá le dijeron:"Para qué te venís acá si lo tenés a Donizetti en Buenos Aires". El programa duró diez meses y en él escribía 10 chistes por día. Ahí conoció a Carlos Marcucci, que con Trillo, Alejandro Dolina y Osvaldo Soriano armaron la revista Mengano, donde lo invitaron a participar. En Mengano tenía su propia sección que se llamaba Basura. Pero la revista duró sólo un año. "Pretendimos hacer un Satiricón menos sucio y tendríamos que haber hecho un Rico Tipo más jugado", reflexiona. A esas fallas se le agregaba la censura que empezaba a sufrir el humor ante una democracia que se desmoronaba.

Una competidora para Lolita
Siempre trabajando con grandes, Donizetti recaló en La Tarde, de ese genio periodístico (aunque también bastante discutido) que era Jacobo Timmerman. "Ahí había que crear un personaje que fuera lo opuesto de la Lolita de Crónica. Y me tiraron el paquete a mí. Creamos a Virginia, una piba hermosa y rescatada. La empezamos de cero y cada día le íbamos agregando cosas. Pero todo se tenía que resolver en un cuadrito, a diferencia de los tres o cuatro de Lolita. Pero La Tarde duró solamente un año", se lamenta.

Humor, años de plomo y democracia
Los tiempos de la Dictadura no fueron fáciles para las revistas humorísticas. Donizetti, sin embargo, tuvo la suerte de recalar en Humor y luego en Sex Humor, geniales creaciones de Andrés Cascioli que fueron de las pocas que no vacilaron en jactarse de los traspiés que el régimen militar daba a principios de los ´80. "Sex Humor no era muy cómodo para mi porque me gustaba hacer humor para la familia, limpito. Por eso, cuando llegaba la revista a casa, la escondía para que no la vieran mis hijos", comenta.

A esas alturas, el humorista se había hecho tan conocido que no le costó integrarse a la Tía Vicenta de Landrú (la misma que había "osado" decirle La Morsa al ex dictador Onganía) y al mismo tiempo retomar Hortensia, su gran amor cordobés. De esa publicación le fueron saliendo pedidos para trabajar en suplementos de diversos diarios del interior del país. Trabajo, en fin, no le faltaba.

Difícil es retirarse
Los cambios culturales de los ´90, más la brutal recesión de fines de la década, fueron relegando esas publicaciones hasta hacerlas desaparecer. Durante aquellos años Donizetti tuvo algunas participaciones en Clarín, el programa televisivo Café Fashion y hasta le hizo algunos chistes teatrales a Jorge Corona y Nito Artaza. En 1997 se retiró de Yuste, a la que nunca abandonó pese a su éxito mediático, y algunos años después se jubiló. Jubilado es sólo un decir para el humorista.

"No me puedo retirar del humor, lo tengo incorporado en mí", explica. Tal es así que, semana tras semana, y como para no perder práctica, Donizetti crea nuevos chistes que se pueden disfrutar pegados en las paredes de una conocida parrilla de Palomar, donde nunca falta un comensal que, como en los tiempos del Avellaneda y de Yuste, estalle a carcajadas escuchando las anécdotas del humorista.

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