7.9.07

DESDE LOS POETALES QUINDIANOS.

Carlos Fernando Gutiérrez.
UN VIAJERO QUE SUEÑA

No existe felicidad para el hombre que no viaja. Viviendo en sociedad con los hombres, aún el mejor hombre se convierte en pecador. Pues Indra es amigo del viajero. Por lo tanto, ¡Viaja! Aitareya Bráhmana

Los orientales aún tienen una concepción que rigió por siglos su principio de vida: ser caminante restituye esa armonía original que existió entre el hombre y el universo.

En estos días de vacaciones, nada mejor que lanzarnos por caminos, rutas e itinerarios, alejados de intereses prefabricados. Lugares que nos permitan esa comunicación con las esencias exteriores e interiores.

Tomar la mochila de viaje, calzar unos zapatos cómodos y aventurarnos por veredas y pueblos, en busca de las esencias más naturales de nuestra idiosincrasia cultural. Viejas iglesias de pueblo que nunca nos descifran su silencio místico. Calles adoquinadas y solas por donde un rumor de arrieros, aún hace eco. Aleros de barro y guadua donde las palomas del viento evocan el sol de los venados. Frondosos árboles que llenan de flores los caminos.

Un café en una pequeña tienda de Pijao. Una cerveza fría en una fonda de Barragán. Una fotografía a las puertas de la iglesia de Génova. Una tarde de caminata por la orilla del río Quindío. Un baño frío en las cascadas de Manabí en Quimbaya. Un olor de neblinas en la reserva natural Acaime de Salento. Palpar petroglíficos indígenas en La tebaida. Desandar la ruta del “Camino del Quindío” entre Filandia y la reserva Bremen-La popa. Avistar Monos aulladores y colibríes en el cañón del río Barbas.

Caminar es un manera de retener el tiempo, tiempo eterno, el Kairos. Hemingway, Mellville, Defoe, Fernando González, Eduardo Zalamea, Hesse, Sidharta, Mahoma, Jesús; entre muchos otros, dejaron testimonio de su itinerancia en sabias palabras. Como nómadas debemos escribir en el libro imaginario de nuestra piel interior: rutas, recuerdos, paisajes. Lugares que se detendrán en nuestra ser interior. Buda lo decía: “no puedes recorrer los caminos antes que tú mismo te hayas convertido en camino”.

Cuando caminamos, despertamos las esencias primigenias. Una imagen, un olor, un paisaje, reviven sueños abolidos, recuerdos olvidados. En el camino entablamos un diálogo con las esencias universales. Existe un reencuentro con las infancias primitivas del ser. El poeta Milosz evoca este principio cuando nos dice: “El olor musgoso y somnoliento de los caminos viejos es el mismo en todos los países, y muy a menudo, durante mis solitarias peregrinaciones a los santuarios del recuerdo y de la nostalgia, me había bastado con cerrar los ojos en algún lugar de otros tiempos para trasladarme de nuevo a la casa de mis antepasados para revivir de ese modo, en un instante, todas las alegrías y todas las tristezas de una infancia acostumbrada al olor tierno, tan lleno de lluvia y de crepúsculo de los caminos antiguos”.

El camino inspira. Cuando los recorremos, nuestros pensamientos se hacen verticales. Las imágenes se vuelvan ascendentes, sublimes. Cielo, alas, árbol, nube, neblina, agua, aire, que corre. La dialéctica de lo que fluye y retorna a las alturas. Gómez de la Serna ha dicho que “en el hombre todo es camino”.

Detener nuestros pasos entre las nieblas que bajan del páramo. Palpar la piel de los bosques húmedos. Sentir esa mañana primigenia, con olores de campo y establos. En calles de Circasia, por hondas montañas de Pijao, descubriendo todos los tonos del verde en Buenavista, un aroma de café recién servido en Montenegro. Un rumor de guaduales nocturnos, visitando Córdoba. Sentirnos pasajeros del viento entre montañas calarqueñas. Sólo es abrir nuestros sentidos y lanzarnos sin un destino fijo. “El camino se hace al andar”.

El caminante vuelve a empezar cada día sus itinerarios. Si sabemos deshacernos de las preocupaciones sociales y emprendemos una búsqueda exterior e interior, quizás encontremos esa felicidad de la sencillez. El camino posee una esencia primigenia para quien lo emprende. Los horizontes conservan esos recuerdos e imágenes felices. En la verticalidad del firmamento quedará esa esencia aérea de buscar el ser.

Bienvenidos viajeros del camino. Un rincón de la comarca quindiana, espera los pies de tierra y el corazón desnudo.

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